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Mujer y trabajo en Chile: El desafío de reconstruir mejor tras la crisis

"Si bien el mercado laboral ha ido recuperándose progresivamente...el empleo en general, y el empleo femenino en particular, presenta importantes rezagos en el país", destaca Juan Jacobo Velasco, de OIT Cono Sur, en este artículo.

Opinión | 22 de marzo de 2022
Por Juan Jacobo Velasco, Oficial Nacional de Información Laboral. Oficina de la OIT para el Cono Sur de América Latina.

Al igual que el resto del mundo, Chile no ha estado exento de las diversas consecuencias que ha dejado la pandemia en el mundo del trabajo. Uno de los sectores más afectados, sin duda ha sido el empleo femenino.

Durante el periodo del segundo y tercer trimestre de 2020, cuando las medidas de confinamiento impactaron con mayor fuerza a la economía y al mercado laboral, hubo una destrucción sin precedentes del empleo femenino, el que se contrajo 21,5% respecto de igual periodo de 2019, y de forma más pronunciada que el empleo de los hombres, que se redujo en 16%. En esta etapa, la destrucción de empleos femeninos fue mayoritaria en categorías ocupacionales como el servicio doméstico, y en ramas de actividad, como hotelería y restaurantes, que tienen alto componente femenino. A su vez, la destrucción de empleos fue proporcionalmente mayor en los empleos informales que en los formales.

Desde entonces, si bien el mercado laboral ha ido recuperándose progresivamente conforme las medidas de confinamiento fueron relajándose y hubo avances en la vacunación, el empleo en general, y el empleo femenino en particular, presenta importantes rezagos.

En 2020 el empleo femenino se redujo 14,9% y en 2021 creció 5,9%. Esto implicó que, para fines de 2021, el nivel de empleo femenino alcanzó solo los niveles registrados a mediados de 2018, y por debajo de lo observado en 2019.

A ello se suma que las categorías ocupacionales y los sectores más afectados por la pandemia, y que a la vez tienen alto componente femenino, presentan aún mayores rezagos. Si bien la caída del empleo femenino en 2020 fue mayor entre las trabajadoras informales (24,2%) que entre las formales (11,0%), en 2021 el crecimiento del empleo fue más acentuado entre las informales (12,2%) respecto de las formales (3,5%). Ello llevó a que la tasa de informalidad del empleo femenino pasara de 29,7% en 2019 a 26,2% en 2020 y a 28,0% en 2021.

La situación sigue fluctuando conforme la economía comenzó a recobrar dinamismo, desde fines de 2020 y durante todo 2021. A ello contribuyó también la aplicación de políticas que han promovido la contratación de nuevos trabajadores y el regreso de quienes estaban en la condición de trabajadores ausentes, con foco particularmente en mujeres y jóvenes, como los programas Regresa y Contrata, y el IFE laboral.

Junto con la destrucción del empleo por la pandemia también se redujo la oferta laboral femenina que cayó 12,1% en 2020 y creció 3,8% en 2021. Esto se tradujo en que la tasa de participación laboral de las mujeres alcanzara en el último trimestre de 2021 al 48,1%, similar nivel al observado en el año 2012. Es decir, si bien ha habido recuperación del empleo, todavía existe un gran contingente femenino fuera de la fuerza del trabajo, que ha tenido que afrontar en especial las tareas de cuidado en el hogar durante la pandemia.

Para una mejor reconstrucción del empleo femenino tras la crisis, es fundamental que se fortalezcan e intensifiquen los sistemas de cuidados de niños, ancianos y enfermos, junto con la presencialidad de las actividades escolares, lo que facilitará la transición hacia el mercado laboral de muchas mujeres que dejaron de participar durante la pandemia. Además, los incentivos deben enfocarse en facilitar los mecanismos de contratación en la esfera formal, porque la reincorporación desde la informalidad podría implicar precarización de las condiciones laborales del empleo femenino. Por ende, junto con la posibilidad de mantener los subsidios al empleo formal, deben activarse los mecanismos de intermediación y capacitación laboral, con enfoque de género, que faciliten la transición hacia el empleo.

A ello se suman los esfuerzos institucionales para mejorar los mecanismos de fiscalización laboral, particularmente en los sectores y categorías ocupacionales más afectados, para asegurar el cumplimiento de la normativa legal en aras de asegurar condiciones laborales de trabajo decente para las trabajadoras.

Adicionalmente, muchas mujeres que están fuera de la fuerza laboral, durante la pandemia reevaluaron tanto su relación con el mercado de trabajo como sus prioridades, llevándolas a buscar condiciones laborales que les permitan conciliar de mejor manera las demandas laborales y familiares. También se observa la importancia de la promoción productiva de las actividades y sectores económicos fuertemente afectados por la pandemia, que incluyan una perspectiva que permita ampliar oportunidades de empleo para las mujeres.

Para que en la práctica se pueda avanzar hacia una “mejor reconstrucción”, se vuelve prioritario el diálogo social a nivel de los actores tripartitos del mundo del trabajo (gobierno, empleadores y trabajadores), para abordar los desafíos tanto para facilitar y promover el regreso de las mujeres al mercado laboral como los mecanismos de política e institucionales adecuados para la generación de empleos decentes para las trabajadoras, como respuesta a la crisis, pero sobre todo como medidas que puedan perdurar a largo plazo.